Friday, April 9, 2021

El Regalo del Sacrificio de Cristo.. P. Bernard J. Camiré, sss

El Regalo del Sacrificio de Cristo
LA EUCARISTÍA Y SAN PEDRO JULIÁN EYMARD

          Si se le preguntara a una persona católica normal: “¿Qué 
imagen se forma en su mente cuando escucha la palabra 
Eucaristía?” la respuesta, sin duda, revelaría los diversos 
aspectos del Sacramento. Por ejemplo, la imagen que se me 
ocurriría es la del sacerdote inclinándose levemente sobre la 
hostia y el cáliz en el altar, diciendo: “Este es mi cuerpo… 
entregado por ustedes…. Este es el cáliz de mi sangre...derramada por ustedes”. Por otra parte, tal vez la imagen es la de una fila de personas acercándose al sacerdote celebrante y recibiendo la hostia consagrada con una afirmación de fe 
“Amen”. También, la imagen del Sagrario en el que se guarda a 
Jesús Sacramentado y ante el cual, la gente reza en silencio. Por supuesto, estos son algunos de los muchos ejemplos posibles de  las imágenes de la Eucaristía que nos vienen a la mente, por lo tanto esto revela la verdad o el aspecto del misterio Eucarístico. 
El hecho es que, la Eucaristía es un Sacramento con muchas 
riquezas espirituales. Empecemos con el primer ejemplo, el de la imagen que la palabra Eucaristía pudiera surgir en nuestra mente: la del sacerdote, en el momento de la consagración, diciendo, “Este es mi cuerpo…. por ustedes; este es el cáliz de mi sangre que será derramada por ustedes.” ¿Cuál es la verdad Eucarística en el momento de la consagración? Como todos sabemos, Jesús 
instituyó la Eucaristía en la Última Cena. Esa Cena fue un ritual 
en el que se conmemoraba un evento central de la historia del 
pueblo Judío, su liberación de la esclavitud en Egipto. Cuando el pueblo Judío comió de esa cena ritual en la noche pascual, 
no solamente recordaron un evento pasado sino también una 
promesa profética de una liberación que estaba por llegar, una 
liberación que sería más profunda, universal y definitiva. Este 
es por tanto, el contexto en el que Jesús presenta el regalo de la Eucaristía. Durante el transcurso del ritual de la Cena, toma 
pan sin levadura de la mesa y dice: “Este es mi cuerpo que será 
entregado por ustedes.” Después, alzando una copa de vino, 
dice: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que 
será derramada por ustedes….hagan esto en conmemoración 
mía.” Con esas palabras sacramentales, Jesús se revela como el 
verdadero cordero inmolado que quita los pecados del mundo. 
Cuando Jesús habla de su cuerpo “entregado por ustedes” y de 
su sangre “derramada por ustedes” nos muestra que, su muerte 
en la cruz es un acto salvífico para la humanidad, un evento que 
profundamente transforma y renueva la historia espiritual del ser humano.
Entonces, ¿qué sucede cuando hacemos lo que Jesús nos dijo 
que hiciéramos en su memoria, es decir, cuando celebramos la 
Eucaristía? Lo que “sucede” es la salvación, a través de la vida 
y la muerte de Jesús en la cruz. Es decir, su entrega perfecta al 
Padre por nosotros forma parte, de modo particular, en nuestro 
momento histórico y entra en comunicación con nuestras vidas, 
aquí y ahora. Ese sacrificio de Jesús nos es entregado a nosotros,
de manera sacramental, para que así tomemos parte en la entrega personal de Jesús; y, de este modo, podamos ser uno con él, en un acto de amor y alabanza de Dios Padre en el Espíritu Santo. Como refiere el Papa Benedicto XVI en su primera encíclica:
“La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús… nos 
implicamos en la dinámica de su entrega”. Si esto es lo que 
significa celebrar la Eucaristía, no es difícil comprender porque 
la Misa, por medio de la muerte y la resurrección de Jesús que 
penetra y transforma nuestras vidas, debe ser una parte central 
en la vida Católica Cristiana. 
San Pedro Julián Eymard hablaba con palabras conmovedoras 
de la Eucaristía, como Sacramento por medio del cual la acción 
salvadora de la muerte de Jesús alcanza y transforma nuestras 
vidas. Esto se puede apreciar con unos pequeños ejemplos de 
su pensamiento:

“El santo sacrificio de la Misa es la representación 
de la cruz… Jesús descubrió la forma de entregarse 
como víctima continuamente, hasta en su estado de 
gloria.”

“La Santa Misa… es el acto más glorioso que se le 
puede ofrecer a Dios,el más sagrado y más benéfico 
para nosotros.”
“La Eucaristía representa, rememora, la muerte de 
Nuestro Señor como acto de amor supremo y final… 
no es nada menos que un derrame de amor desde el 
Cenáculo.”

El profundo aprecio de Eymard por la Misa fue una constante en 
su vida, y las primeras señales se manifestaron en su infancia. 
Pedro Julián tuvo que esperar a cumplir doce años para poder 
recibir su primera comunión – (las cosas eran más estrictas en 
esos tiempos). Pero antes de esa edad, no había manera de evitar que sirviera en Misa, y se nos dice que lo hacía con frecuencia, 
con mucho cuidado, piedad y alegría.

Hay mucho que reflexionar, con elogio y gratitud, sobre el 
hecho de que la celebración de la Eucaristía prolonga la muerte 
y resurrección de Jesús hasta nuestro tiempo y espacio. Durante 
la Misa, estamos en constantemente relación con Jesús, victima 
salvadora sacrificial y nuestro Señor resucitado. Por medio del 
regalo de la Eucaristía – la Eucaristía como celebración litúrgica 
y como Sacramento reservado – tenemos la oportunidad de vivir 
constantemente en la presencia de Dios Padre por medio de la 
presencia del Hijo y en el Espíritu Santo. Tal regalo – aunque 
uno trate de decir algo especialmente significante de ello – no tiene palabras. 

Sunday, March 28, 2021

La EUCARISTÍA Y San Pedro Julián Eymard .... Bernard Camiré SSS

Su Visión de la Vida y I su Misión
LA EUCARISTÍA Y SAN PEDRO JULIÁN EYMARD
Con el reciente derrumbe económico que ha ocurrido 
prácticamente en todo el mundo, son muchas las personas 
que están muy preocupadas y nerviosas sobra la “riqueza”, ej., 
la riqueza, grande o pequeña, que tienen en este momento o 
que han esperado obtener. Hace un par de años, nuestro Sumo 
Pontífice, el Papa Benedicto XVI, habló sobre “la riqueza”. Sin
embargo, en aquella ocasión no se refería a la crisis económica, 
sino a una preocupación acerca de la riqueza material; la ocasión, por otra parte, fue la recopilación de un increíble resumen 
de la XI Asamblea Ordinaria General de la Conferencia de 
Obispos que consideraban en profundidad el Sacramento de la 
Eucaristía. En su hermoso resumen, la exhortación apostólica titulada Sacramentum Caritatis (Sacramento de Caridad), el 
Papa Benedicto expone: “La sagrada Eucaristía, en efecto, 
contiene todo el bien espiritual de la Iglesia”. Seguramente lo 
hemos leído ó escuchado en algún lado hace un par de años, 
pero realmente no considerábamos el peso de esas palabras: “La 
sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual 
de la Iglesia”. Quisiera profundizar en esa “bien espiritual” 
que nosotros los Cristianos Católicos poseemos en la sagrada 
Eucaristía. Además, quisiera también explorar la reserva de “riqueza espiritual” de la Iglesia Católica, en especial, la vida, ejemplos y vivencia de los Santos de la Iglesia. El 2 de Agosto de cada año los Padres y Hermanos Sacramentinos celebran la fiesta de su fundador, San Pedro Julián Eymard – un santo al cual le han otorgado el título de “Apóstol de la Eucaristía”. Un 
titulo que considero justamente concedido, ya que si tenemos 
alguna relación con el santo, el decir su nombre o pensar en 
él es traer a la mente la Eucaristía, a la que tan íntimamente 
relacionada esta su persona con el sacramento. En estas páginas quisiera ofrecer algunas reflexiones de la Eucaristía y como 
el sacramento contiene la vida de San Pedro Julián Eymard; 
cómo influyó y encontró sentido en las diferentes fases de su
vida, el compromiso y su fervor sacerdotal, al igual que las 
valiosas enseñanzas que nos transmitió. Considero que sería 
bueno comenzar haciendo una breve perspectiva de su vida y 
su misión.
       Pedro Julián Eymard nació el 4 de Febrero de 1811, en el 
pueblo de La Mure d’Isere en la diócesis de Grenoble, situado 
en los Alpes Franceses. Después de tener que lidiar contra 
la resistencia de su padre para poder desarrollar su vocación 
sacerdotal, finalmente ingresó en el seminario diocesano de Grenoble y en 1834 fue ordenado sacerdote. Después de unos no
años como sacerdote diocesano, se sintió atraído por la vida 
religiosa y entro a formar parte de una Congregación recién 
formada, llamada Sociedad de María, de los Padres Maristas, 
en Lyon. En un periodo de tiempo sorprendentemente breve 
– y considero que es un testimonio a su capacidad intelectual y 
espiritual – se le encomendaron importantes responsabilidades en esa Congregación. Sin embargo, había algo que continuamente se removía en su corazón y su alma; experimentó una creciente atracción por Jesús Sacramentado y un deseo de hacer algo excepcional por ese sacramento central en la vida de la Iglesia.
En Enero de 1851, cuando oraba en el Santuario Mariano de 
Fourvière, en Lyon, esa poderosa atracción alcanzó un punto 
importante. Durante su oración, se sintió “profundamente 
conmovido” (tal y como él expresa) por la verdadera falta 
de comprensión y aprecio por el Sacramento de la Eucaristía 
en la vida Cristiana. Dicha falta se manifestaba en actitudes 
de indiferencia hacia el Sacramento, y aún peor, en actos de 
sacrilegio. Como resultado de esta experiencia espiritual 
en Fourvière, decidió formar una Tercera Orden de hombres 
dedicados a la adoración reparadora del Santísimo Sacramento. 
Pero, ésta idea inicial gradualmente cambió de dirección 
en los años siguientes convirtiéndose, finalmente, en un
objetivo definitivo: Se funda, no una Tercera Orden, sino una 
Congregación religiosa dedicada a la alabanza y apostolado de 
la Eucaristía.
Cuando todo parece más claro a Pedro Julián Eymard, es decir, 
que la Congregación que tenía en mente tenía que ser una 
entidad distinta de los Padres Maristas, pidió una dispensa de sus votos como religioso Marista. Una vez obtenida, se fue a 
Paris y el 13 de Mayo de 1856, y fundó la Congregación de 
los Religiosos Sacramentinos. La Congregación constaba de 
unos pocos miembros y se situó en una pequeña capilla de la 
calle Rue d’ Enfer, recibió la aprobación del Arzobispo de Paris, 
Marie Dominique Sibour – y posteriormente la bendición y 
aprobación definitiva del Papa Pio IX en 1863.
Uno de los días más felices en la vida del P. Eymard, fue el día 
de la fiesta de la Epifanía del año 1857, cuando la Congregación
fue oficialmente inaugurada con la exposición solemne del 
Santísimo Sacramento. Durante los siguientes doce años 
tuvieron lugar cuatro fundaciones más, tres en Francia y una 
en Bélgica. Antes de su muerte, a la temprana edad de 57 años, 
el p. Eymard logró llenar sus días con una intensa actividad 
ministerial: administrando los sacramentos, instruyendo con 
las catequesis, predicando, escribiendo, realizando la dirección 
espiritual, etc. En todo esto nos reveló su pasión por la 
Eucaristía; su ferviente deseo de ver la Eucaristía trasformando 
la vida cristiana e influyendo en la su ferviente deseo de ver la Eucaristía trasformando la vida cristiana e influyendo en la sociedad.
A continuación, compartiré otros hechos acerca de la vida de 
San Pedro Julián Eymard y sus enseñanzas sobre el sacramento 
de la Eucaristía - ambos revelan su profunda comprensión del 
lugar que tiene la Eucaristía en la auténtica vida Cristiana y su 
amor personal a Jesús Sacramentado. Mi deseo es que continúen profundizando en la comprensión de la Eucaristía y permitan 
que su grandeza, y sus “riquezas” penetren más profundamente 
en el tejido de nuestra vida diaria Católica Cristiana.